Esta semana desde Comunica ASPAYM os recomendamos la película A cero.5. El documental biográfico de Gonzalo Suárez Garayo fue una de las sorpresas del último Festival Internacional de Cine de Valladolid, SEMINCI. Rodado durante más de una década, narra su reconstrucción después de que un accidente de coche le cause una lesión medular.
El filme funciona, esencialmente durante su primera parte, como una crónica perfecta de una vida convencional y unas aspiraciones que se ven desafiadas por un imprevisto. El deseo vital de Suárez Garayo es convertirse en director de cine, y las películas caseras hábilmente insertadas al comienzo del documental apelan a esa vocación.
Posteriormente, el recurso del story-board refleja con la suficiente sequedad y sin sensacionalismos el accidente de coche. El punto de inflexión en la vida de Suárez Garayo que desafía los planes trazados. Lo que se ve a continuación es un caso ejemplar de readaptación con la nueva realidad. Desde el paso por el Hospital Nacional de Parapléjicos a aprender nuevas costumbres para el día a día. Se ven las transferencias de vehículos, la sensación que se tiene al volver a la calle o las miradas que se suscitan en las personas que nos rodean. Todo se relata de la forma más universal y a la vez más personal, sin exagerar situaciones ni adulterar realidades. Hay flaqueza y amargura, pero también decisión y voluntad.
El rol del deporte en la reconstrucción
La segunda parte de la película supone además la fuerza y motivación de Suárez Garayo para reconstruirse tras la lesión medular. Encuentra el protagonista en el deporte un motor de comunidad, de exigencia, de alegría y de aportación en los dos sentidos. Como se encarga de señalar el documental, no solo las personas con discapacidad son felices con el deporte, también quienes ayudan a entrenar experimentan una gratificación difícil de describir con palabras.
Esa mitad que lleva a la conclusión de la película busca contagiar el entusiasmo de la competitividad del deporte. Frente a la condescendencia que se intenta aplicar a las personas con discapacidad, el nivel de exigencia en entrenamientos y partidos de baloncesto dan una idea de lo equivocado que sería mirar con paternalismo a estos deportistas. La película concluye no solo concediéndole al deporte su rol en la reconstrucción del protagonista. Además al mismo cine, en un juego sutil ya la vez claro que no hace sino evidenciar que Gonzalo Suárez cumplió, al fin, su sueño. También con su lesión.