Esta semana en Comunica ASPAYM os traemos la película Los principios del cuidado. Dirigida en 2016 por Rob Burnett, cuenta la historia de Ben (Paul Rudd), un escritor que tras una tragedia familiar reinventa su vida como cuidador de personas con discapacidad. Su primer cliente será Trevor (Craig Roberts), un joven con distrofia muscular de Duchenne.
A lo largo de la película conoceremos más a fondo los dramas personales de Ben, en constante huida de sus problemas; que contrasta con la actitud de Trevor, incapaz de afrontar el hecho de salir de su propia realidad. Con la excusa de visitar uno de los mayores cráteres del planeta, cuidador y cuidado se embarcan en un viaje por carretera a lo largo de una semana en la que conocerán nuevas experiencias y nuevas personas; entre ellas, Dot (Selena Gómez); una muchacha en busca de sí misma.
La película descansa holgadamente en las interpretaciones de sus protagonistas. Roberts prolonga los excelentes resultados que cosechó con su descubrimiento en la estupenda Submarine. Rudd prolonga su faceta más icónica en un personaje entre ingenuo y canalla, en su registro más habitual y donde más le identifica el público. Gómez, por su parte, se mueve con soltura en plena evolución de su carrera, dejando atrás su etapa de ‘niña Disney’ y encarando uno de sus primeros papeles más serios.
Falsos clichés
Los principios del cuidado puede parecer, a priori, una más de las convencionales cintas hollywoodienses de personas con discapacidad respondonas. La película arranca con un inicial desprecio por los límites del humor, en las palabras del deslenguado y mordaz Trevor. A ello cabe sumar su estructura de ‘road movie’, típica del gusto yanqui, y su tentación edificante de encontrar la redención en un acto tan humilde como el cuidado.
Sin embargo, el filme se escabulle de todo lo anteriormente expuesto. Los primeros envites canallas de Roberts hacia su cuidador terminan con una réplica y una contrarréplica que no solo definen a sus personajes, sino la intención de la película con respecto a sus predecesoras:
Ben: ¿Crees que por estar en una silla de ruedas tienes el derecho de decir y hacer lo que quieras?
Trevor: ¿Has pensado en la posibilidad de que quizás solo sea un capullo, con o sin silla de ruedas?
Y aunque la película resulta obviamente expositiva en dos escenas fundamentales, sobre el trabajo del cuidador y sobre la distrofia muscular de Duchenne, huye constantemente de las moralejas. Más aún, reniega de la propia evolución de sus personajes.
Ninguno de los protagonistas encuentra en su viaje una respuesta satisfactoria a lo que está buscando. No hay enseñanza fundamental. No hay un cambio de actitud propiciado por una enorme revelación. Ni hay cura para el dolor o la discapacidad.
Sí existe, en cambio, una dinámica muy entretenida para el público entre Trevor y Ben, que cimentan su amistad lentamente hasta el final de la película. Esta se cierra con una conclusión formidable, en consonancia con lo anteriormente narrado: no todo merece una reflexión edificante. Alejar la discapacidad de esas narrativas con moralina puede ser una de las aportaciones más inclusivas que cabe hacer desde la ficción.