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Hoy se celebra el Día Mundial de la Lucha contra la Depresión. Según la OMS, es otra forma de discapacidad y, de acuerdo a los datos mundiales, sería la primera en el mundo. Los casos de depresión se han multiplicado a lo largo de los últimos años, y afecta al conjunto de la sociedad por igual.

La lesión medular y otras discapacidades físicas pueden acarrear, a su vez, diferentes riesgos de padecer una depresión. Se estima que el cambio radical que una lesión de este tipo supone en la vida de la persona afectada puede trastocar sus planes y proyectos de futuro. Y, con ellos, su ánimo.

Por eso, un acompañamiento tanto para él como para sus familiares y allegados resulta fundamental, en especial en los periodos hospitalarios y posthospitalarios. Tras salir del hospital resulta evidente que el apoyo psicológico es un alivio pertinente. Pero hay que resaltar la importancia de la atención también durante el periodo de hospitalización.

Las personas con lesión medular reciente se suelen centrar en la recuperación física, y en su afán por querer volver a caminar descuidan y restan importancia al apoyo psicológico. No contar con él en esos momentos es motivo de arrepentimiento a la hora de volver a casa. La vida diaria, fuera de la burbuja del hospital, necesita una transición que empieza en los grupos de apoyo.

Por eso, aunque la rehabilitación es importante, lo es también ese acompañamiento psicológico para afrontar la nueva realidad y prevenir la depresión. En torno a ese análisis se vertebra uno de los programas más emblemáticos de ASPAYM: la Atención Integral al Nuevo Lesionado Medular.

Con esta iniciativa, veteranos voluntarios resuelven dudas, insuflan confianza y acompañan a la persona afectada y sus familiares. Este acompañamiento no solo responde a una cuestión práctica, también supone el apoyo emocional necesario en estos momentos de dificultad. Sin embargo, no es una solución mágica para la depresión: en todo caso, un amortiguamiento. Para lidiar con la aparición debemos ponernos en manos siempre de los profesionales en salud mental. Ellos nos darán el asesoramiento y las herramientas precisas para lidiar mejor con la depresión.

Una mujer con discapacidad física sufre depresión
La depresión puede responder a un gran abanico de causas, requiere atención de profesionales y una gran red de apoyo y empatía
Soledad y aislamiento

A la hora de valorar los factores que propician la aparición de una depresión, en las personas con discapacidad se acrecientan por su riesgo de soledad y aislamiento. Esa falta, o dificultad de comunicación, la aparición continua de barreras y el constante esfuerzo mental por superarlas o tener que pedir ayuda, son algunas de las circunstancias que amenazan con la aparición de la depresión.

Porque esta, recordemos, es mucho más que un sentimiento de aflicción profundo. La depresión puede manifestarse de muchas formas, incluyendo la incapacidad de levantarse de la cama. También la falta de ilusión en proyectos de futuro, la pérdida de metas o la sensación de carecer de rumbo en la vida.

Las causas que originan una depresión, al margen de la aparición de una discapacidad, son muchas y variadas. Pueden ser sucesos espontáneos e inesperados, como una ruptura amorosa, el fin de una relación laboral o la pérdida de un ser querido. También emerge por motivos menos evidentes, como cuadros de ansiedad, una sensación de impotencia frente a las demandas del mundo, un agobio frente al día a día tal y como lo tenemos construido. Por último, puede responder a su vez a causas biológicas o predisposiciones genéticas.

A la hora de relacionarnos con una persona que padece depresión, es importante esquivar algunos clichés. No hay que trasladarle culpa ni responsabilidad por cómo se está sintiendo. Tampoco debemos asumir que se debe a que no sea lo suficientemente fuerte ni que no hace lo necesario para solucionarla. Además, hay que evitar frases que supongan agravios comparativos («Piensa que hay gente que está peor») o lugares comunes («¿Estás triste? Pues anímate un poquito»).

Lucha contra la depresión

La depresión, también en las personas con discapacidad, se ha acrecentado en los meses de la pandemia. Las continuas dudas, el miedo a las vacunas o al virus, las medidas de confinamiento y restricciones… todas ellas han supuesto un menoscabo en el ánimo general. A ello tampoco ha ayudado el tratamiento informativo por parte de algunos medios, la transmisión de bulos o el sensacionalismo amarillista.

Entre algunos síntomas en los que se manifiesta la depresión, se encuentran los trastornos alimenticios y del sueño. También, de una forma más drástica y recurrente, aquellas que terminan en suicidio. Por eso resulta importante saber tratarlas a tiempo, antes de que la persona afectada resuelva que esta última es la única vía para terminar con su dolor.

Como hemos indicado, el acompañamiento de una red social de amigos, familiares y compañeros es fundamental para encontrar apoyo y comprensión frente a la depresión. También lo son los profesionales de la salud mental, que nos darán las mejores herramientas para encarar nuestro problema. Una serie regular de sesiones con ellos es una buena pauta para recoger pistas y métodos que nos ayuden a verbalizar nuestras emociones. Solo así sabremos qué las origina, cómo nos sentimos con ellas y qué podemos hacer para respirarlas o contrarrestarlas.

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