Las personas con discapacidad física se suicidan más por autopercibirse como carga. El estudio ‘El suicidio de las personas con discapacidad en España’ se ha presentado esta semana en la sede de CERMI. La investigación está impulsada por el Real Patronato de la Discapacidad, y en ella participan el Observatorio Estatal de la Discapacidad, CERMI e ILUNION.
Editado en 2021, este estudio de más de un centenar de páginas puede consultarse íntegro aquí. En él se abordan factores de riesgo y protección para comprender la conducta suicida. En este sentido se estudian tanto aquellos rasgos individuales como procedentes de las relaciones y la comunidad.
El estudio también contempla perfiles de discapacidad, sexo o edad, y pone especial hincapié en mujeres y niñas con discapacidad. Además, dota de especial importancia a la perspectiva de informantes clave y a los testimonios.
Asimismo, se identifican acontecimientos precipitantes, y se analiza la situación actual del país en prevención de suicidio.
En España la tasa total de suicidios por cada 100.000 habitantes se sitúa en torno a 7,51. Entre los hombres es de 13,83, mientras que en las mujeres es de 3,85. Estos son datos de Eurostat de 2017, mucho antes de la pandemia del Covid y salud mental que ha potenciado estas cifras, por lo que los resultados podrían ser aún mayores. En 2020, España contabilizó 3941 muertes autoinfligidas; 2930 de hombres.
Por edades, las personas mayores presentan mayores tasas de suicidio; con todo, en los jóvenes es la segunda causa de muerte por detrás de los accidentes de tráfico. No es la única paradoja que se observa en torno a este tema: las mujeres triplican las tentativas de provocarse la muerte con respecto a los hombres, pero ellos, al emplear métodos más violentos contra sí mismos, consuman con mayor frecuencia el acto autolítico.
Discapacidad física y suicidio
En Comunica ASPAYM hemos querido detenernos, al margen de la salud mental, el autismo u otras discapacidades, en la física. Este estudio cita a una investigación según la cual las personas con discapacidad física reportan una mayor percepción de carga (carga percibida) y “audacia a la muerte” o ideaciones suicidas. Otro análisis del censo de Irlanda del Norte del 2011 mostraba que aquellas personas con una elevada limitación en su vida diaria tenían tres veces más probabilidades de suicidarse.
La conclusión es evidente. Percibir como una “enfermedad física” esta condición que ejerce influencia sobre el ejercicio de las actividades de la vida diaria es un factor de riesgo. El deterioro de las funciones de cada persona conlleva una crisis de corte psicológico.
Dicho de otro modo, la autopercepción de carga vincula a la depresión y a la ansiedad con la discapacidad física. Esta relación explica la alta tasa entre las personas más mayores, así como quienes tienen enfermedades crónicas y degenerativas de gravedad.
El dolor es otra de las causas identificadas como relación directa entre el suicidio y la discapacidad. Las dolencias crónicas agudizan el sentimiento de soledad y de “pertenencia frustrada”.
Todo ello se suma a las tasas de empleo inferiores y las mayores probabilidades de que sufran eventos sociales negativos, como el acoso escolar o el laboral. Además, se suman variables como la estigmatización o el menor sentido de la vida, consecuencia de la discriminación por discapacidad. El daño cerebral traumático, la esclerosis múltiple o el Parkinson son algunas de las enfermedades físicas que causan discapacidad y constituyen factor de riesgo también para la conducta suicida en sus distintos grados.