ASPAYM recomienda esta semana el cómic The Spiral Cage, de Al Davison. Imbricado en el subgénero de novela (autobio)gráfica, narra la vida de su protagonista, nacido con espina bífida. Las viñetas imbrican imágenes visuales impactantes y oscuras con ramalazos poéticos elevados.
«Al principio dijeron que no podría vivir. Después dijeron que no debería vivir. Mis padres discreparon». Con esas frases arranca una historia de un ‘vegetal’, como él se denomina, muy alejado del estereotipo o la idea común que se puede tener de alguien como él. Budista, practicante de numerosos deportes y con más de diez años de artes marciales, Davison pasa revista a su vida agridulce sin victimismos.
Arranca el cómic, tras un prólogo laudatorio del emblemático autor Alan Moore, con una explicación médico-científica de la condición de la espina bífida, que marcará la existencia de Al Davison. Desde su nacimiento es un bebé que ríe mucho más de lo que llora, para asombro de sus mayores.
A lo largo de The Spiral Cage, Davison alterna sus observaciones de adultas con las del pequeño que está descubriendo el mundo desde la silla de ruedas. Un niño que le promete a su madre que andará pronto para que ella deje de perder peso de forma tan alarmante por tener que llevarle a cuestas a todas partes. Sus primeros años en el hospital, rodeado de otros niños «con asma o con agujeros en el corazón» le dan sus primeras apreciaciones del mundo, observado a través de los personajes de la televisión y de los trabajadores del hospital.
Imaginación al superpoder
Con frecuentes evasiones mentales, en las que surca los cielos o lucha contra piratas, Davison muestra una gran inventiva desde pequeño. Su afán por ficcionar y los cómics, que anticipa la propia novela gráfica, se vislumbra en sus trajecitos de Batman y Superman, entre otros superpoderes.
Pero la luz de los años de infancia termina dando un vuelco a un trazo de sombras más oscuro, y la vida adulta refleja un cambio cromático notable en The Spiral Cage. La adolescencia, las soledades, las inquietudes, miedos, sinsabores y desamores consumen a Davison, que se siente preso de su propio ADN (de ahí el título, ‘La Jaula Espiral’).
Su experiencia personal le permite arrojar reflexiones universales sobre la discapacidad. Y lo hace observando las luchas, alegrías y vidas de gente de su entorno. Personas con síndrome de Down, parálisis cerebral o confinadas en la cama que son atletas, bailan o pintan de forma fenomenal.
Hay una reflexión final en la que Davison sostiene que «si todos levantamos nuestras propias jaulas, ha de estar en nuestra mano la capacidad de destruirlas». Sin embargo, lejos de un facilón positivismo, su reflexión implica a toda la sociedad, que concibe a las personas con discapacidad como un ente al margen: «Somos individuos pero formamos parte del todo, tenemos nuestras responsabilidades y también los hay que pueden marcar la diferencia», sostiene.
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