Una persona con enfermedad crónica trabaja su día a día en ocasiones con un dolor difícil de trasladar con palabras. Comunicarlo a sus responsables, desde la contratación, a veces se vuelve hasta una situación penosa y de vergüenza. Por otra parte, muchas veces las empresas desconocen cómo actuar en casos como estos. Por ello, tratamos de dar respuesta hoy.
Hace unos días ya os comunicamos que la POP había sacado una guía para empresas con personas trabajadoras enfermas crónicas. Hoy vamos a profundizar un poco en algunos de los aspectos clave de comunicar a la empresa nuestra situación. Además, compartiremos algunas pautas sobre qué pueden hacer ellas.
La comunicación o conocimiento del diagnóstico de una patología o condición crónica puede impactar significativamente en la situación laboral de las personas que las padece. Esto sucede por diversos motivos. Uno de ellos lo conforman las dificultades de acceso al empleo en caso de ser necesario comunicar el diagnóstico durante el proceso de selección. Además, existe el riesgo de reducción del rendimiento laboral o de la productividad.
Otros problemas son la renuncia voluntaria al empleo por no poder asumir las limitaciones y secuelas de la enfermedad; así como la falta de adaptación o flexibilidad del puesto. Esto conlleva dificultades para solicitar los permisos y, en ocasiones, despidos.
Cuando una persona con enfermedad crónica trabaja, encuentra varios obstáculos a su desempeño laboral. Entre ellos; falta de empatía y desconocimiento, rechazo de compañeros y actitud paternalista. Además, puede haber déficits de formación de sus responsables o en los ajustes de su puesto de trabajo. Por no hablar de las consabidas barreas arquitectónicas, muestra de la falta de accesibilidad a algunos empleos.
Existe un componente emocional también, que se traduce en frustración, culpa y ansiedad por parte de las personas trabajadoras enfermas crónicas.
El rol de las empresas
Si una persona con enfermedad crónica trabaja, repercute muy positivamente en su salud. Se siente mejor emocionalmente, y sobre todo respira su enfermedad como algo que no le impide trabajar. En la empresa también tiene un impacto beneficioso; más allá del fiscal. Genera una imagen positiva, crea un buen ambiente de trabajo y gana en talento.
Las empresas pueden adaptarse mediante la eliminación de barreras arquitectónicas, la flexibilidad laboral o la integración de un tutor o mentor. Además, ganarán con la celebración de charlas y seminarios de concienciación, dirigidos a empatizar con las personas con una enfermedad crónica.
Para empezar, la guía determina que se identifique a quién necesita ayuda. Después se ha de generar confianza y comunicación, y comunicar las intenciones de la empresa en privado. A continuación, se ha de evaluar las necesidades específicas en materia de salud de la persona trabajadora. Finalmente, se define un plan de acción para manejar la enfermedad en el entorno laboral, con acuerdos y compromisos por ambas partes, y se revisa periódicamente su implementación.