Recientemente nos hemos hecho eco de la guía de comunicación inclusiva de Fundación Adecco, que entre sus contenidos destacan claves lingüísticas sobre cómo hablar de personas con discapacidad. Hoy hemos querido extraer algunos de esos contenidos, elaborados bajo el trabajo de Prodigioso Volcán.
El primer concepto al que mira la guía es a la normalidad. Ser normal es algo aplicable a todas las personas, y oponer la normalidad a la discapacidad resulta terriblemente desacertado. Por ello, y con el ánimo de tener en cuenta que «lo que hoy es normal mañana deja de serlo», hay que ser muy cuidadosos a la hora de emplear la palabra normal, normalidad y derivados. Como indica la guía, «todo el mundo sufre, ama, llora, ríe, aunque cada cual lo haga a su manera».
A la hora de referirnos a una persona con discapacidad, la combinación de esas tres palabras será siempre la ganadora. A ciertas alturas no hay que explicar por qué es inadecuado utilizar inválido, paralítico, deficiente, tullido, cojo o disminuido. Tampoco resulta apropiado discapacitado, ya que de alguna forma vertebra su realidad y su razón de ser en torno a la discapacidad.
Ese punto está directamente relacionado con otro de los temas que destaca la guía, la importancia de evitar la victimización de la discapacidad: no hay que definir a las personas por una sola de sus condiciones. Por ello siempre será preferible decir tener una discapacidad, y nunca admisible ser discapacitado.
Persona con discapacidad es el término aprobado por el Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (CERMI), el Real Patronato de la Discapacidad y las principales asociaciones, fundaciones y ONG, como ASPAYM.
Diversidad funcional
El término de la diversidad funcional no está exento de polémica. Como clave lingüística para hablar de discapacidad hay que considerarlo potencialmente mejorable. Lo mismo sucede con otros términos equivalentes como las capacidades diversas o capacidades diferentes. Todas ellas, explica la guía, «se emplean en el lenguaje políticamente correcto». Sin embargo, «los principales organismos y entidades de personas con discapacidad desaconsejan su uso, pues invisibiliza una situación de desigualdad social que necesita ser compensada».
Por ello, y como decíamos más arriba, es inadecuado decir no personas con discapacidad frente a personas normales. En su lugar, emplearemos la dicotomía personas con discapacidad frente a personas sin discapacidad.
A la hora de referirnos a alguien con discapacidad, lo más adecuado es mencionarlo solo cuando sea relevante por el contexto. Esto debería ser de cajón, sin embargo, existen demasiados casos que con frecuencia apuntan esto sin necesidad alguna. Conviene, pues, remarcarlo para asentar esta costumbre en el habla cotidiana.
El peligro de generalizar
Otra de las claves lingüísticas a la hora de abordar la discapacidad afronta el peligro de generalizar. Como indica la guía, «la discapacidad no implica necesariamente que se tenga una enfermedad». Por ello, es conveniente no hablar de sufrir, padecer o ser víctima de una discapacidad. La discapacidad, simple y llanamente, se tiene.
En la misma línea, muchas personas con discapacidad física son usuarias de silla de ruedas, nunca están postradas. A su vez, debemos evitar personas dependientes y usar, en su lugar, personas en situación de dependencia.
Evitar generalizar es una norma básica para el trato hacia cualquier colectivo. Por desgracia, seguimos cayendo en esa clase de afirmaciones que nos ayudan a dibujar una imagen más simple del mundo. Incluso cuando son bienintencionadas: pensar en que todas las personas con discapacidad física son más sabias o que la gente con discapacidad intelectual es siempre más cariñosa es simplista, reduccionista y ofensivo.
No tenemos que englobar a personas muy diferentes bajo un mismo paraguas. Ni siquiera con la mejor intención: podemos ser sensacionalistas y no estaremos haciendo justicia a las personas con discapacidad ni siendo honestos con la verdad. Por ello también es importante evitar, cuando no sea conveniente, términos como colectivo o comunidad. Son muy susceptibles de encasillar a gente muy distinta. En su lugar, utilizaremos población o grupo social, siempre acompañado con certificado de discapacidad.
Visibilidad sin triunfalismos
La guía concluye sus claves lingüísticas sobre cómo hablar de personas con discapacidad con un doble consejo. Por un lado, apuesta por la visibilidad. Sin sensacionalismos ni exageraciones, aplaude hacer visibles a las personas con discapacidad poniendo el foco en positivo y desde distintos ámbitos. Desde laborales a deportivos, pasando por ocio, espacios domésticos, lugares mediáticos o historias ficticias.
Los triunfalismos, por otra parte, no convienen excesivamente. Una exageración de superación o éxito conlleva, con facilidad, condescendencia y paternalismo. Por ello es importante aplicar el principio de proporcionalidad: nadie es un héroe por hacer algo ordinario desde la discapacidad. La objetividad es, como en todos los juicios, esencial. También en el reconocimiento que no tiene por qué ser admiración.
Descarga la guía de comunicación inclusiva de Fundación Adecco y Prodigioso Volcán aquí.