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El teletrabajo ha venido para quedarse, también para aquellas personas activas con discapacidad. Por ello no hay que olvidar algunas claves que conviene conocer para estar en guardia ante esta nueva realidad

Las personas con discapacidad también han tenido que adaptarse, tras la pandemia, al teletrabajo. Algunas de ellas ya desempeñaban sus empleos bajo esta modalidad no presencial. Sin embargo, ello se debía a la naturaleza intrínseca de su desempeño. Ahora es diferente. El coronavirus ha obligado a entidades públicas y privadas contratantes a reinventarse y a implantar esta fórmula de modo más generalizado.

Desde nuestra propia experiencia en Comunica ASPAYM os queremos compartir algunas de estas claves. También gracias a la lectura de ‘Teletrabajo y discapacidad’, una investigación a cargo de Mercedes García-Camino Burgos. Editada por la UNED y Economistas sin Fronteras, fue escrita en 2001 por esta psicóloga de la Universidad Complutense. García-Camino actualmente trabaja como consultora social en Kriteria, y ha coordinado proyectos de investigación en el ámbito de la UE.

Aporta más autonomía e independencia

La relación entre las TIC y las personas con discapacidad suele ser de eliminar barreras, más que de crear nuevas. Es cierto que a veces se exige una formación muy especifica para manejar ciertos programas, pero al ser todo en contexto digital la barrera no es diferente a la que enfrenta alguien novato sin discapacidad.

Trabajar desde nuestro hogar, ya adaptado, nos salva de otros escollos inaccesibles que, en todo caso, siempre son responsabilidad de la empresa o, si están en la vía pública, del ayuntamiento de nuestra ciudad. Obligarnos a mantener una relación más constante con el ordenador nos ayuda también a adquirir destreza para las compras digitales, la banca online o la teleadministración.

Flexibilidad del tiempo

Como indica García-Camino, «la característica fundamental del teletrabajo es la modificación de las ideas clásicas de tiempo y lugar de trabajo». Dicho de otra forma, la flexibilidad aumenta con la deslocalización: el trabajo puede desempeñarse conciliándose con las demandas del cuerpo y las obligaciones domésticas y familiares, en una gestión óptima del espacio y del tiempo.

El ahorro en tiempo de desplazamiento aumenta la calidad de vida y mejora las relaciones familiares, que con frecuencia se mellan dado el porcentaje del día que dedicamos a estar fuera del hogar. El ahorro en tiempo también lo es económico; en transporte, ropa y alimentación. Por lo que se refiere a las personas con discapacidad, se permite combinar el ritmo de trabajo con cuidados y rehabilitaciones pertinentes. El impulso también es emocional, ya que tener trabajo mejora la autoestima y contribuye a que el estado de ánimo sea positivo en general.

Esa flexibilidad nos facilita también conciliar las inconveniencias propias de una discapacidad física con el horario, sin que afecten a nuestro rendimiento. Cuando el dolor neuropático quita el sueño, el horario del teletrabajo puede adaptarse, de forma que podamos descansar de un modo más agradecido a la mañana siguiente.

Otras molestias propias de la discapacidad física son las úlceras de presión. Gracias a la libertad de movimiento y espacio del trabajo desde casa, los tiempos de descanso y movilización pueden darse cuando los demande nuestro cuerpo. Así, podremos movilizar o tumbarnos en nuestro hogar sin demorarnos más de lo necesario. Estos movimientos también pueden prevenir la aparición de las escaras.

Los problemas de incontinencia, también frecuentes en ciertas personas con discapacidad física, se dirimen mejor cuando se trabaja desde casa. Poder acudir al baño con mayor frecuencia impide además recurrentes infecciones de orina y otras complicaciones, ya sean severas o meramente engorrosas.

Nos comunicamos más y, paradójicamente, estamos más aislados

Las ventajas de las TIC radican en el aumento de posibilidades de «entrar en contacto con más personas, de forma más inmediata y desde cualquier lugar», indica García-Camino. El boom de las aplicaciones de mensajería instantánea, las redes sociales y nuevas plataformas como Zoom hacen el resto. No hay discrepancia posible: todas las personas estamos ahora más conectadas.

Sin embargo, el teletrabajo también nos aísla de las relaciones con los compañeros de trabajo. Se sustituye el café, la charla trivial y la cercanía diaria por una cierta sensación de soledad durante las horas laborales, de efectos psicológicos impredecibles. Esa sensación, lo hemos advertido más veces, es uno de los mayores factores de riesgo en la fase posoperatoria de las personas con discapacidad. Puede devenir en sucesivos cuadros de depresión y, en los casos más extremos, conductas autolíticas y pensamientos suicidas.

De ahí que cobre importancia especial el desarrollo del tejido social al margen del trabajo. Sin esa esfera laboral a mayores para robustecer nuestras relaciones en su conjunto, la mejor estrategia es aprovechar el tiempo ahorrado en el trabajo para mantener y mejorar las amistades y relaciones al margen de este. Cuidar y dejarnos cuidar por las personas que nos rodean será la mejor contrapartida para los necesarios momentos de soledad que demanda el teletrabajo.

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