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De acuerdo al último estudio del Observatorio contra la Soledad No Deseada, el 21% de las personas que se sienten solas tienen discapacidad. El observatorio Soledades ha publicado recientemente este trabajo, que actualiza el estado de la situación de la soledad en España de los últimos años. Incorpora además cuestiones sobre la pandemia, los cuidados y otros aspectos que propician el aislamiento de la ciudadanía.

El estudio ha tomado como referencia una muestra de 400 personas, las cuales manifiestan sentirse solas en un 29,6%. Esta cifra se compara constantemente con la última Encuesta Nacional de Salud en España, la de 2017, que sitúa la misma cifra en un 23%. Atendiendo a los 3 niveles de soledad, un 29,94 % de los que tienen soledad leve viven solos, mientras que el porcentaje de personas que declaran soledad severa y viven solos alcanza el 45,5%. Con todo, el estudio remarca que más de la mitad de los entrevistados que declaran soledad severa viven acompañados.

En dicho sentido, el 21% de las personas entrevistadas por el observatorio Soledades declaran tener algún tipo de discapacidad. Un 12% acredita discapacidad física, por delante de otras como la visual o la auditiva. Por otro lado, el porcentaje de personas que declaran presentar una limitación durante los últimos meses para realizar actividades de la vida diaria (lavarse, vestirse, comer, etc.) es similar entre las dos muestras.

Con todo, las personas en situación de soledad presentan un mayor nivel de gravedad. Así, mientras un 6,5% de las personas con limitaciones en esta encuesta declara estar gravemente limitado, este porcentaje se reduce al 3,8 % en la Encuesta Nacional. Tan solo un 5% de la muestra de solos declara recibir alguna ayuda para las actividades de la vida diaria. En promedio, esta ayuda se recibe 4 días de la semana.

Riesgos de la soledad no deseada

«La soledad no deseada es una de las principales causas de depresión, ansiedad y otros problemas de salud mental que vive nuestra población», declaró en su día Mayte Gallego, presidenta de la Federación Nacional ASPAYM. Este problema, en aquellas personas con discapacidad que se sienten solas, «se agudiza notablemente».

Una mujer con discapacidad yace en el suelo afectada por una nube negra que simboliza la depresión y el riesgo de suicidio

Esta realidad también va muy ligada al género, como destacó Gallego en la presentación del observatorio Soledades. Y, también, a la pobreza: «Ellas tienen menos recursos que los hombres, sus niveles de desempleo son más altos y sus niveles de formación, más bajos». De este modo, al ser sus rentas más escasas, surgen también otros problemas como acceder a un hogar adaptado. «Para ellas, afrontar una vivienda accesible es más difícil que para un hombre». 

El mayor riesgo de la soledad es, claro, el suicidio. A la hora de relacionar suicidio con discapacidad física, la sociedad tiende a pensar en lo primero como causa de lo segundo. Una tentativa fallida de suicidio puede devenir en una situación de pérdida de movilidad. Aunque existan casos así documentados, es más amplio el caso opuesto. Es decir, que aparezcan ideas y pensamientos suicidas como consecuencia de dicha discapacidad.

Y es que muchas personas con discapacidad se enfrentan a la falta de inclusión en la sociedad, la soledad no deseada, el desconcierto ante la nueva realidad y las apariciones de depresión. Por eso es muy probable que cualquier persona sienta que aparecen esos deseos autolesivos y esas ideaciones suicidas.

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