El suicidio es la gran lacra social de España, también para las personas con discapacidad. En este país se contabilizan once suicidios diarios. En 2020 fueron casi 4000 las personas que resolvieron quitarse la vida.
Los cuadros de angustia, depresión, soledad no deseada y ansiedad se han acrecentado por la pandemia. Estas situaciones afectan a gente que ha perdido trabajos, la alegría de vivir, o que encuentra demasiados miedos e inquietudes con los que lidiar cada día.
Por fortuna, la sociedad se muestra cada vez más sensible a esta problemática. La ciudadanía comprende la magnitud del problema y demanda soluciones apropiadas. La visibilización del suicidio también aumenta en los casos de personas mediáticas. Esto contribuye, si bien del peor modo posible, a una toma de conciencia colectiva mayor del problema.
Por desgracia, y como reza el tópico, en España la prevención del suicidio es una asignatura pendiente. Apenas existen datos segregados por sexo de las personas que ya han tomado la irreversible decisión. Esa falta de información no ayuda. Toca, sin embargo, ahondar en las causas posibles. Como hemos dicho, la depresión y la soledad no deseada son las que encabezan este desolador ranking. También en las personas con discapacidad.
Factores de riesgo
El suicidio es la causa primera de muerte no natural. Las cifras de personas que se quitan la vida han duplicado, en algunos años, a las víctimas mortales de tráfico. El CERMI recogió esta frase en su seminario ‘El suicidio, el mayor fracaso social en España’: «Es fundamental plantear cambios en un sistema que convierte al individuo en el único responsable de lo que consigue o deja de conseguir».
Muchas veces la gente carece de apoyo, entorno o empatía en momentos de gran necesidad. La configuración actual del mundo también deposita una carga excesiva sobre las personas. Incluso cuando no corresponde. Frente a toda adversidad, asumen la responsabilidad, cuando no la culpa, de sus situaciones. Esto se agrava cuando el motivo de un posible suicidio es una discapacidad adquirida.
CERMI propone varias recomendaciones y herramientas para afrontar el problema, La primera de ellas, plantear soluciones que permitan el aplazamiento de la decisión de suicidio. También se sugieren gestos de empatía esenciales, como escuchar sin juzgar, ahorrar críticas, contar con una red de contactos y acudir a terapia cuando se necesite.
Depresión que lleva al suicidio
Aunque en España faltan datos, en América Latina podemos encontrar algo más. El Instituto Hispanoamericano de Suicidología señaló en 2015 que el 3% de jóvenes con discapacidad «se suicidan al no poder hacer frente a su nueva condición».
La entidad señalaba que la ceguera es la discapacidad que más conducía al suicidio, incluso cuando es «menos aparatosa que una mutilación o la pérdida de movilidad». Y anota un aspecto interesante: la decisión suele tomarse «en los tres primeros meses de haber sucedido el hecho».
Por ello se remarca la necesidad de apostar por un apoyo psicológico, más allá de la rehabilitación física. El asesoramiento adecuado en salud mental previene depresiones y ansiedades. Estas enfermedades pueden derivar en conductas autolíticas, en las que el paciente se inflige daño a sí mismo, y pensamientos e ideaciones suicidas.
En España, SID Inico cuenta con un artículo sobre la intención de suicidio en pacientes con dolor crónico. Y aunque admite que faltan estudios al respecto, se cree que las tasas de suicidio consumado son mayores en este sector.
La situación crónica lleva aparejada un esfuerzo por sobrellevar dicho dolor que se sabe no tendrá fin. Frente a esa realidad, también pueden aparecer intenciones suicidas. En todo caso, la depresión es el común denominador. Con ella cuesta desarrollar estrategias activas. Por eso, es fundamental intervenir para prevenir la autolesión e iniciar un tratamiento agresivo de la depresión de las personas.
Suicidio no es solo causa, también es consecuencia
A la hora de relacionar suicidio con discapacidad física, la sociedad tiende a pensar en lo primero como causa de lo segundo. Una tentativa fallida de suicidio puede devenir en una situación de pérdida de movilidad. Aunque existan casos así documentados, es más amplio el caso opuesto. Es decir, que aparezcan ideas y pensamientos suicidas como consecuencia de dicha discapacidad.
Motivos, por desgracia, hay de sobra. Muchas personas con discapacidad se enfrentan a la falta de inclusión en la sociedad, la soledad no deseada, el desconcierto ante la nueva realidad y las apariciones de depresión. Por eso es muy probable que cualquier persona sienta que aparecen esos deseos autolesivos y esas ideaciones suicidas.
Desde ASPAYM hemos luchado siempre por el acompañamiento psicológico a la par de la rehabilitación física. Es la base de nuestro programa de Atención Integral al Lesionado Medular. Para ello nos valemos de numerosos voluntarios, veteranos con lesión medular, que asesoran a lesionados medulares recientes resolviendo sus dudas, con empatía y consejos para contribuir a sobrellevar estos términos. El programa tiene un largo recorrido en la labor de ASPAYM, y recientemente dará el salto al formato app gracias a la I Convocatoria de Ayudas OFESAUTO.
Teléfonos de prevención del suicidio
Teléfono de la esperanza. Funciona las 24 horas: 717 003 717 y 91 459 00 55
Teléfono de prevención del suicidio: 900 925 555
Teléfono contra el suicidio: 911 385 385